Max Verstappen es tan bueno y el coche que conduce es tan rápido que el holandés es capaz de ganar incluso a pesar de su equipo. En Austria, su carrera de casa, los estrategas de Red Bull no supieron leer como de costumbre las vicisitudes de un gran premio con mucha miga y le complicaron la vida a su niño maravilla. Verstappen, que tiene margen para eso y para mucho más, se lo tomó como un estímulo extra, un aliciente con el que ponerle un poco de pimienta al paseo militar que se ha dado desde que el Mundial arrancó en Baréin a principios de marzo.
Con el coche rodando a todo lo que da, el suspense se prolongó durante 10 vueltas, las que pasaron desde que el actual campeón perdió el liderato (vuelta 25) hasta que lo recuperó (en la 35). Una vez se recolocó al frente del pelotón se acabaron las películas de suspense y Mad Max se marchó directo hacia su séptima victoria del curso, la quinta consecutiva, y la número 42 de su hoja de resultados, una cifra que le permite desmarcarse de Ayrton Senna y que le coloca, a sus 25 añitos, como el quinto corredor con más triunfos de la historia de la Fórmula 1. Charles Leclerc terminó segundo y Checo Pérez tercero, a pesar de haber arrancado el 15º, una evidencia más de la brutal superioridad del RB19. Carlos Sainz, por su parte, finalizó cuarto después de recibir una penalización de cinco segundos por exceder los límites de pista establecidos, la polémica del fin de semana en Spielberg. Fernando Alonso, por su parte, concluyó sexto.
A diferencia del ganador, a Sainz no le da para contrarrestar el afán que parece tener Ferrari por proteger a Leclerc, sobre todo cuando su compañero exhibe más ritmo, algo que se hizo evidente en los primeros compases de la prueba. Por si eso fuera poco, la falta de destreza en el primer cambio de gomas (4,5 segundos) todavía le complicó más el panorama a Carletes. La rabia contenida del madrileño se hizo evidente en la defensa a ultranza que hizo de la última plaza del podio que hizo contra Pérez; un delicioso rifirrafe que se alargó durante seis vueltas (de la 57 a la 62) y que finalmente cayó del lado del mexicano.
Tras el repaso dado el sábado, durante la carrera al sprint, en la que sacó 21 segundos de ventaja sobre el segundo (Pérez) en solo 24 vueltas, Verstappen repitió la historia el domingo, jornada en la que volvió a sacar un sobresaliente en todo, una impresión que se mide a partir de unos parámetros incuestionables: además del doblete y la ‘pole position’, el holandés volador se atrevió a realizar una última parada en los garajes en la penúltima vuelta, para reincorporarse a la pista y adjudicarse el giro más rápido de todos. Esa excelencia no fue aplicable esta vez a su escudería, un engranaje perfectamente engrasado que habitualmente funciona como un reloj suizo, pero que esta vez patinó.
Una avería en el Haas de Nico Hulkenberg provocó la activación del coche de seguridad virtual (vuelta 14). El aviso pilló a trasmano a los guías de la marca del búfalo rojo, que mantuvieron a su primer piloto en la pista, mientras sus rivales, que circulaban por detrás, iban desfilando hacia el carril a los talleres. Esa falta de tino llevó a Verstappen a tener que correr a la contra, a retrasar su cambio de gomas y a pasar de comandar el grupo a verse tercero al salir de los garajes (vuelta 25), por detrás de los dos Ferrari. En menos de cinco kilómetros, el indiscutible líder de la tabla de puntos se sacó de en medio a Sainz (vuelta 26) para hacer lo mismo con Leclerc un poco después (vuelta 35), y todo eso antes de haber completado media carrera.
De las nueve paradas del calendario que se han celebrado hasta el momento, siete se las ha llevado el muchacho con el dorsal #1, mientras que las otras dos las firmó Pérez, su vecino. El récord de victorias consecutivas de un equipo lo ostenta McLaren con su mágico dúo de 1988, formado por Senna y Prost. Las apuestas están a favor de Red Bull, que podría igualar esa plusmarca en Hungría y superarla en Bélgica, a finales de julio.
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