Música alta, sonrisas y medias sonrisas, caras concentradas, confiadas, miradas de complicidad, choques de manos imposibles, conexión, un plan. Eso es lo que veo cada vez que estoy en la previa de un partido de Unicaja.
Tener un gran ataque y una gran defensa es lo más importante, sin duda, pero lo otro, todo lo que no es baloncesto, es la clave, es lo que te da un punto más. Medir los porcentajes de tiro o las asistencias a la hora de estudiar un posible fichaje es sencillo, especialmente en el baloncesto actual, pero saber si la personalidad de un jugador va a congeniar con la de otro es más complicado. Casar los objetivos individuales de cada integrante del equipo con los de sus compañeros es una ardua tarea, y hacerlo con los de todos ellos con los del club, un reto enorme.
Prever todo esto cuando se está confeccionando un proyecto es complicado, pero a veces ocurre. Y es entonces donde los presupuestos quedan a un lado y piensas que todo puede suceder.
Lo vemos cada año en algunos equipos en diferentes competiciones y a todos los niveles. Salvaciones imposibles, clasificaciones sorprendentes al playoff, como las de BAXI Manresa, la gesta de UCAM Murcia —que se jugará el título en una final inédita ante el Real Madrid—, o ganadores inimaginables de campeonatos.
Si a todo esto le sumas que algunos de los jugadores de Unicaja, el campeón en fase regular, tienen un carisma especial para conectar con el público, es entonces cuando consigues la tormenta perfecta.