«Su hijo está adormilado, lo llevamos al hospital». La llamada telefónica a la una de la madrugada desde la ambulancia dejó a F. en shock. Su hijo T., de 15 años, había ingerido tanto alcohol que no respondía. Afortunadamente, no derivó en coma etílico y todo quedó en un susto. Pero situaciones similares se repiten en estos días de verano en muchas de las innumerables fiestas que se celebran en España.
El debut de este menor fue, explica Raúl Izquierdo, psicólogo de Asociación DUAL especialista en adicciones, «lo que le ocurre a muchos debido a la heterogeneidad de edades de las pandillas veraniegas, en las que se juntan chicos de 15 con otros de 16, 17 y 18. Un año están jugando al balón y al siguiente ya nadie quiere chutar con ellos porque ‘se lleva otra cosa’. Y siempre hay un mayor que por edad provee de alcohol al resto».
De ahí ‘Hazte un sin’, el título de la campaña puesta en marcha este año conjuntamente por esta entidad y el Plan Nacional de Drogas, con la que pretenden alertar de los inicios tempranos de los jóvenes en el alcohol. «Es una cuestión de matiz, de darle un giro. Todas las campañas previas para intentar prevenir el consumo de esta sustancia por parte de los menores estaban orientadas semánticamente en términos negativos; ‘no bebas’, ‘no lo hagas’, ‘di no’. Ahora la apuesta es: ‘utiliza tu energía en hacer’». En ese ‘hacer’ otro plan, explica Izquierdo, «instamos a los jóvenes asumir un rol activo: haz cosas distintas y alternativas al consumo del alcohol».
Es verdad, reconoce este psicólogo, que hay que hacer un esfuerzo por ofrecerles opciones de ocio diferentes: «Puede ser, por ejemplo, organizar un partido de fútbol entre los pueblos cercanos a las 21.00 horas de la noche, o la apertura de piscinas municipales también en horario nocturno. ¿Qué coste puede tener esto comparado con la inversión posterior en sanidad, salud mental…? Irrisorio».
Recuerda también este psicólogo que la familia es un factor de protección privilegiado de cara a prevenir el inicio precoz en el consumo del alcohol. «En esta campaña, proponemos a los más mayores hacer una revisión de las relaciones de los adultos con el alcohol».
«Bebemos en una boda, tomamos algo juntos tras un funeral… No nos referimos a esa integración en nuestros usos y costumbres. Pero sospechamos que hay familias que consideran que si su hijo no ha empezado a beber, ‘algo le pasa’». Esto implica otra connotación, el debut en el consumo del alcohol como un rito de paso, como hito a la vida adulta».
Anticipar y preparar al menor
De hecho hay estudios, lamenta este experto, que muestran que el 80 por ciento de padres y madres creen que el alcohol anima las fiestas, «cosa que no ocurre con otro tipo de drogas como la cocaína o el cannabis. Al final, es lo que se filtra a los menores». En este sentido, Izquierdo sugiere plantearlo con la pregunta de «’¿qué ejemplo damos a nuestros hijos?’ Y no se trata ni de invitar a ser ejemplares, ni de imponer la ‘Ley Seca’ pero los padres sí pueden atenuar eficazmente la presión de grupo que sufrirán los menores que se vean expuestos a un botellón. La familia no debe renunciar a hacer valer su función como referente frente a la irrupción de nuevas influencias como los amigos durante la adolescencia».
Hay algunos padres que, prosigue este psicólogo, sabiendo que existe un 90 por ciento de posibilidades de que sus hijos prueben el alcohol por su cuenta, deciden que sus hijos empiecen a beber delante suyo. «Le ponen una copa de alcohol para que lo prueben con ellos. Si se lo plantean en términos de aprendizaje, con un afán educativo, y le das indicaciones de cómo funciona, bueno. No digo que sea lo ideal o adecuado, pero ni tan mal. Lo que desde luego no es adecuado es no hablar del tema y hacer como que no existe dando por sentado que ese es un asunto que se tratará cuando el chaval tenga 18 años y edad legal para hacerlo».
La apuesta de DUAL pasa por reclamar la intervención activa de los padres con respecto a este asunto. «Las familias tendrían que poder hablar de una manera franca, honesta y directa con sus hijos y apelar a la parte adulta de los mismos. No ir en plan adoctrinador y, si podemos evitar contarles nuestra primera borrachera, mejor». Se trata, concluye, «de advertir al menor de forma muy clara, de prepararle, de anticiparle que es muy probable que este verano se encuentre con ‘esto’ y se sienta raro si no hace lo que los demás. Hay que avisarle de que si finalmente bebe, lo haga con prudencia por que además, si se pasa, le pueden hacer daño. Pero, sobre todo, hay que animarle a que haga otras cosas, aunque es más fácil defender esta postura si los jóvenes cuentan con alternativas de ocio. Propongo preguntarles qué opinan. A lo mejor nos sorprenden», reconoce este terapeuta.