Es la pregunta del millón en los foros de padres: ¿Cuándo le damos su primer móvil? Premisa de partida: cuanto más tarde, mejor. Segunda cuestión: cuando tenga madurez suficiente. Tercera: cuando lo necesite realmente, que no es cuando lo quiera. Cuarta: no hay que agobiarse porque nuestros hijos sean diferentes. En los tiempos que corren, es hasta un halago.
Los llamados ‘huérfanos digitales’ –nativos digitales criados por padres inmigrantes digitales que no han sido capaces de educarlos en el comportamiento en redes porque no lo conocían suficientemente bien– están pagando un alto precio porque no supimos prever la peligrosa arma que estábamos colocando sobre la palma de su mano. Por eso ahora surgen movimientos en contra que nos dan razones para retrasar lo máximo posible el uso del móvil.
La primera es que genera adicción. No ocurrirá en todos los niños, pero el desarrollador de smartphones y aplicaciones sabe que el valor añadido que consigue es que estemos atrapados cuanto más tiempo mejor. No es tanto lo que ven, sino el tiempo que pierden. La segunda razón es que, adictos o no, todos estamos perdiendo nuestra capacidad de atención. Saltamos de una aplicación a otra y dedicamos mucho más tiempo, pero con menos eficacia, a aquellas tareas que nos habíamos propuesto.
Un tercer aspecto es la salud mental, porque encuentran modelos en los influencers que nada tienen que ver con la vida real y se creen que son lo normal, mientras ellos están sometidos a la presión de la dictadura del like.
Por último, al enfrentarse en soledad al ingente contenido no filtrado que aparece en sus pequeñas pantallas, perdemos la oportunidad de irlos educando en lo que está bien y lo que está mal: el antiguo proceso de socialización mediática, el proceso por el que, junto a nuestros mayores, aprendíamos a descodificar la vida porque nos explicaban lo que aparecía en las películas, las series o en las noticias.
¿Cuándo pueden tener móvil? Cuando tengan su pensamiento crítico y su voluntad tan desarrollados que no pueda dañar su atención, engañar sus sentidos y arrebatarles su alegría y su libertad.