La tecnología ha revolucionado la manera en que interactuamos con el mundo, ofreciendo infinitas posibilidades de conexión y acceso a información. Sin embargo, este avance no está exento de desafíos, especialmente en lo que respecta al impacto que tiene en nuestras vidas y, de manera más crítica, en el desarrollo de los más jóvenes. En la era digital, pues, resulta fundamental reflexionar sobre cómo las nuevas herramientas tecnológicas nos afectan y qué podemos hacer para mitigar sus efectos negativos.
«Estamos viviendo unos tiempos realmente inquietantes, caracterizados por una profunda confusión y desorientación«, afirma Francisco Villar Cabeza, un renombrado psicólogo clínico especialista en la prevención de la conducta suicida en niños y adolescentes. En su reciente obra ‘Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos’ (Herder, 2023), Villar aborda las complejidades de nuestra era, marcada por un estado general de »cansancio, empacho, náusea, fatiga, hastío, tristeza, insatisfacción y deseos de muerte«.
Según él, este malestar general se debe en gran parte al «exceso de positividad» que domina la sociedad actual, proponiendo como solución el fortalecimiento de la autoestima social y la promoción de cambios sociales a través de acciones cotidianas.
Acceso temprano a las redes sociales e internet
El libro profundiza en el impacto de la tecnología en el desarrollo infantil y adolescente, destacando un dato alarmante del Instituto Nacional de Estadística (INE): por primera vez en España, más del 70% de los niños entre 10 y 15 años poseen un teléfono móvil. Villar critica cómo las redes sociales e internet, «espacios artificialmente creados», pueden interferir con el neurodesarrollo saludable y el bienestar general, abogando por un enfoque que respete las necesidades de cada etapa del desarrollo humano.
Explorando el impacto negativo de la digitalización, Villar señala directamente a las pantallas por su capacidad de deteriorar el desarrollo de habilidades personales, interferir con hábitos saludables y exponer a los jóvenes a contenidos perjudiciales. Estos efectos, argumenta, contribuyen al aumento de trastornos entre los jóvenes, desde problemas de visión y obesidad hasta insomnio y tendencias suicidas, exacerbando su prevalencia e intensidad.
Frente a este panorama, Villar sugiere que proteger a los niños y adolescentes del acceso indiscriminado al mundo digital podría prevenir o mitigar muchos de estos problemas. Sin embargo, reconoce que la solución no es sencilla. Propone restringir el acceso a contenidos nocivos hasta que los jóvenes estén suficientemente desarrollados para enfrentarse a estos riesgos por sí mismos, enfatizando la necesidad de un enfoque equilibrado que proteja su desarrollo sin aislarlos de los beneficios de la tecnología.